Como los buenos pintores, durante mi carrera profesional he pasado por tres etapas muy marcadas. En cada una de ellas he vivido cosas buenas y cosas malas, he conocido a todo tipo de profesionales, los cuales me han marcado y no siempre de una manera positiva.
Voy a repasar estas tres etapas e intentaré extraer la parte positiva de cada una, así como las dificultades que cargué en la mochila o que dejé por el camino.
El Junior panoli
Formar parte de un equipo de desarrolladores siendo junior y sin tener demasiada experiencia no es sencillo, sobre todo si cada uno va a su aire y no tienen tiempo para atender tus problemas.
Mi sensación general al trabajar como junior en una gran consultora fue la de tener demasiados jefes. En mi primer proyecto, me limitaba a recibir instrucciones de varios frentes. El socio asignado a mi proyecto me indicaba, desde su posición de autoridad, cómo actuar para asegurar la continuidad de sus ingresos. El gerente del proyecto me obligaba a justificar cada minuto de mi tiempo en una hoja de cálculo complicada que ni él mismo manejaba bien. El jefe de equipo llenaba mi bandeja de entrada con tareas, muchas de las cuales no eran para mí, obligándome a reasignarlas. Por último, el consultor que se sentaba a mi lado me ofrecía consejos sobre cómo manejar el negocio o cómo perfeccionar el nudo de mi corbata para permanecer inmóvil durante 9 horas frente al ordenador.
La sensación de ser el último mono cobró especial sentido para mi durante esos años.
No son precisamente puestos de trabajo que te motiven mucho a seguir tu formación, debes tener muchas inquietudes y unas ganas muy grandes de progresar profesionalmente para no apalancarte en tu silla y dejarte llevar por la comodidad que te puede ofrecer una posición de este estilo.
Durante aquellos años tuve compañeros/as que tenían los conocimientos básicos de programación para poder desarrollar su trabajo diario y acabaron formando parte de equipos de soporte en los que se llevaban a cabo tareas muy repetitivas.
Yo mantuve mis ganas por seguir creciendo profesionalmente y, aprovechando mis tiempos libres, me pude formar en tecnologías que no utilizaba en mi día a día.
Creo que uno de los aciertos fue sin duda volcarme con la creación de contenido en Youtube y el desarrollo de aplicaciones por mi cuenta. Seguro que es una de las frases más trilladas de la historia pero, para aprender a programar debes programar. La creación de aplicaciones para dispositivos iOS me permitió seguir activo y enganchado a las últimas tendencias del sector tecnológico.
Tuve algún éxito relativo con alguna de mis aplicaciones. En 2012 ya me hacían algunas entrevistas contando mis andanzas.
Programador-formador en startup
Tras años intentando crecer profesionalmente, bloqueado constantemente por superiores, mi interés y compromiso con los proyectos iban disminuyendo. Gracias a mi perfil como creador de contenido en YouTube, en febrero de 2013, tuve la oportunidad de unirme a una pequeña startup en un rol orientado a la formación.
El cambio fue radical ya que, además de dejar mi posición hasta el momento, tuve que realizar un cambio de ciudad. Las mudanzas intercity son de lo más estresantes.
La experiencia de trabajar en un ambiente más familiar es muy impactante sobre todo los primeros meses. Recae sobre ti mucha más responsabilidad pero también tienes un impacto muy grande en la toma de decisiones y en el rumbo de las diferentes acciones de la empresa.
El contacto con los responsables se realiza de manera mucho más horizontal y en muchos aspectos te sientes más valorado.
Eso sí, no todo es positivo.
Siempre que obtienes mayor responsabilidad, más son los marrones con los que tienes que lidiar. Es el momento además de empezar a ejercer de mentor, de formar a otras personas y ser capaz de organizar su trabajo a la vez que desarrollas el tuyo.
Cualquier paso en falso o error cometido repercute mucho más en el desarrollo de las diferentes acciones de la empresa e incluso en las tareas asignadas a tus compañeros.
Durante esta etapa aprendí a trabajar de manera autónoma. Aprendí cómo mis decisiones y la organización de mis horas de trabajo podían beneficiarme o perjudicarme en el futuro.
Aprendí a pararme y dar valor a todos los detalles que rodean mi trabajo. Cuando la consecución de objetivos depende de todas las acciones que llevas a cabo de manera individual aprendes a cuidar todos los aspectos para no tener situaciones inesperadas en el camino.
De esta etapa de mi vida me llevo las experiencias que han forjado al profesional que soy actualmente. Me han permitido mejorar muchisímo, pero también me han enseñado a permanecer alerta frente posibles red flags 🚩🚩 que pueda encontrar en profesionales de mi entorno.
El programador autónomo
La decisión de ampliar la familia fue una razón para dejar mi puesto en la startup. Sentir el apoyo de nuestros familiares en ese momento tan importante era esencial, y vivir a 400 kilómetros no facilitaba las cosas.
Así que, por segunda vez en mi carrera, dejé un puesto de trabajo fijo por iniciativa propia sin negociaciones de paro ni cosas extrañas. Siempre me pregunto si soy raro por hacer este tipo de acciones.
No tenía muchos planes en el horizonte para orientar mi carrera profesional. Confiaba mucho en arrancar la búsqueda de empleo una vez estuviésemos asentados de nuevo.
No sé si por suerte o por haber cocinado durante muchos años una buena reputación, recibí la llamada de antiguos jefes y antiguos compañeros para realizar ciertas formaciones y llevar a cabo un par de proyectos de desarrollo. En ese momento, la única fórmula que me cuadraba para emprender esa nueva etapa era darme de alta como autónomo.
A día de hoy pienso si hubiese podido emprender por mi cuenta si no hubiera recibido esas llamadas en el momento justo. ¿Cómo vendes tus servicios como programador autónomo si no te conocen o no tienen referencias tuyas? ¿Te dedicas a crear un portfolio y vas llamando a todas las puertas?. En mi caso no tuve que pasar por ese momento y a partir de ahí pude emprender mi camino “sin estar ligado a ninguna empresa”.
A día de hoy, rodeándome de grandes profesionales, he conseguido tener una estabilidad como autónomo en el mundo del desarrollo y la formación. No es un mundo de fantasía, pero tampoco estoy viviendo un drama continuo (supongo que esto también dependerá del sector).
Reflexionando sobre estas tres etapas de mi carrera, comprendo que cada una de ellas ha sido esencial para esculpir el profesional y la persona que soy hoy. Desde los inicios como un ‘Junior panoli’, pasando por la etapa de transición como programador-formador en una startup, hasta llegar a mi actualidad como programador autónomo, el viaje ha estado repleto de lecciones invaluables.
Aunque el camino no ha estado exento de desafíos, los obstáculos se han convertido en oportunidades para aprender, crecer y, sobre todo, para entender que la adaptabilidad y la perseverancia son cualidades imprescindibles en este cambiante mundo tecnológico.
Me doy cuenta de que, más allá de las habilidades técnicas, lo que verdaderamente importa es la capacidad de reinventarse, de mantener una curiosidad insaciable y una apertura hacia el aprendizaje continuo. He aprendido a valorar las relaciones humanas dentro del ámbito profesional, reconociendo que detrás de cada proyecto, cada código y cada tarea, hay personas con sus sueños, sus luchas y sus esperanzas.
Mirando hacia el futuro, estoy emocionado por lo que vendrá. Sé que habrá más desafíos, más aprendizajes y, sin duda, más oportunidades para contribuir y hacer una diferencia en este vasto universo de la tecnología. Con la mirada puesta en seguir evolucionando, mi mensaje para todos aquellos que están transitando por sus propias etapas profesionales es simple: mantén la pasión, la curiosidad y la humildad siempre vivas. Porque, al final, estos son los verdaderos motores que nos impulsan hacia adelante, hacia nuevas aventuras y hacia la realización de nuestros sueños más ambiciosos.